sábado, septiembre 15, 2012

Sobre el Feminismo

Nunca he estado a favor del machismo, me parece una categoría mental deplorable, históricamente constituida, y culturalmente arraigada; sin embargo, tampoco soy feminista, es más, podría declararme casi anti feminista desde muchas perspectivas. En mi trasegar por la vida, he tenido que enfrentarme a muchas dificultades, soy madre soltera, cabeza de hogar y muchas más categorías elegidas para describir a mujeres, que como yo, hemos tenido que luchar a brazo partido para darle a nuestros hijos lo mejor que podamos, dentro de este absurdo sistema capitalista, que niega desde el nacimiento las posibilidades, y encasilla al ser humano por el tener y no por el ser. También soy académica, he estudiado muchas cosas, he trabajado muchos temas, he viajado y he conocido a muchas personas increíbles que me han marcado la vida en muchos aspectos; puedo decir, que he sido privilegiada en ese aspecto, aunque deba casi todo el dinero que he invertido en esta travesía. Tengo una perspectiva de la vida, marcada por mis propias experiencias, eso es cierto, y desde esta perspectiva escribo hoy estas líneas. El feminismo, nace como un movimiento de resistencia y lucha por los derechos de nosotras las mujeres, se busca la igualdad de géneros, el reconocimiento de nuestro, dentro de una sociedad eminentemente patriarcal. Con esto, no estoy descubriendo el agua tibia, esa es la base de un movimiento que a todas luces, debería recogernos a todas bajo su seno, pues el machismo nos ha hecho víctimas por muchos siglos. Sin embargo, eso no es lo que sucede, los movimientos feministas no recogen a la mayor cantidad de población femenina posible, porque a pesar de la teoría, la práctica se ha quedado corta. En términos generales de la sociedad, la lucha feminista, no llega a los sectores más vulnerables, donde las mujeres siguen siendo maltratadas física y psicológicamente, y donde ellas siguen creyendo que se lo merecen, que las trasgresiones de los hombres hacia sus personas, son normales, que ellos mandan, aunque sean ellas las que trabajen para mantener un hogar. Los tacones y el incomodo sastre, siguen siendo reglas de vestido para la mayor parte de las mujeres trabajadoras, la discriminación por la talla del pantalón y del sostén, están a la orden del día; ¿cuántas mujeres somos capaces de salir a la calle sin maquillaje?, la respuesta es, muy pocas, porque el arreglo es poco menos que opcional, seguimos enraizadas en una cultura patriarcal, donde la teoría feminista no impacta, y no lo hace, precisamente, por la práctica. De que nos ha servido machacar el español, y obligar a las entidades del Estado a manejar un lenguaje incluyente, si nuestra realidad permanece? No hemos logrado invalidar la jerarquía de género, aún hoy, los hombres son quienes regulan las normas y los comportamientos sociales. Hemos ganado terreno, conquistamos el derecho al voto, logramos una ley de cuotas (sobre la cual tengo reserva), y otras tantas que son de conocimiento público; sin embargo, muchas victorias han sido pírricas, y tal vez, no estén siquiera en los anales de la historia, porque no han impactado nuestras sociedad, como para generar cambios reales al interior de la cultura patriarcal. A mi modo de ver, esto se debe al impacto negativo que generan, algunas mal llamadas feministas, quienes consideran que la lucha por la igualdad es volvernos iguales a los hombres y hacer las cosas que por generaciones, hemos criticado de ellos. ¿Por qué, para llegar a la igualdad, tenemos que acabar relaciones de pareja, y manejar la sexualidad al estilo masculino? ¿Por qué más bien, no la manejamos al estilo femenino y les enseñamos a ellos, que no se requiere una mujer en tanga para vender tornillos? ¿Por qué no pensamos en una igualdad desde la diferencia de géneros? Las mujeres y los hombres, somos diferentes, de hecho, no hay dos seres humanos que pensemos, hagamos y vivamos las cosas exactamente igual, y eso hace la vida interesante, y es por eso también, que no logro comprender a muchos de los movimientos feministas, que marchan, hacen encuentros, conferencias y congresos, pero que tienen militantes que no aplican los postulados, sino que siguen el juego del machismo en su vida diaria. Por ejemplo, ¿qué pasa con la solidaridad de género? Que simplemente, entre mujeres, no existe, nosotras, no nos apoyamos, es más, si podemos, nos hundimos más, y si hay un hombre de por medio, nos masacramos. ¿Qué sentido tiene este feminismo? El que no llega a las masas de mujeres, el que solo es impartido y promocionado por las entidades distritales o nacionales, el que no trasciende la cultura patriarcal, el que se queda en reivindicaciones pero que no baja a la práctica. Para mí, no tiene ningún sentido, es carente de toda lógica que exista un feminismo que se aleje de la lucha de clases, que se enfrasque en sus postulados y no trascienda hacia otros espacios, que no cambie las concepciones culturales arraigadas, sino que las disfrace de lucha y las mantenga con otro nombre. Las mujeres y los hombres, somos en principio, seres humanos enfrascados en un sistema capitalista depredador e inhumano; de allí, debe partir la lucha, de sentirnos como uno solo dentro de nuestras diferencias, del respeto por el otro y la otra, para no quedar mal con el lenguaje incluyente. A mi modo de ver, es fundamental que los movimientos feministas se replanteen desde sus propias concepciones culturales y trasciendan hacia la sociedad en su conjunto, que no se releguen de las luchas del pueblo, no solo para reivindicarse como mujeres, sino para acompañar los procesos, haciendo que el discurso, entre a la práctica, que exista solidaridad de género, que se construya el respeto por la otra, que se proclame que las mujeres y los hombres, somos más que nuestros órganos sexuales, que somos uno solo, que somos pueblo y que juntos vamos caminando hacia el cambio sustancial de la sociedad y del sistema. Sin cambios fundamentales dentro de la práctica feminista, el movimiento, no va a ser más de lo que es hoy en día, y eso es una triste realidad, para quienes como yo, creemos que las cosas deben cambiar